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Primero agradezco todas las oportunidades que tuve, segundo a la carencia.

Ha estado en mi vida, y he aprendido de ella mucho más que de la abundancia. Lejos de convertirse en un obstáculo, ha sido motor que impulsó mi creatividad y mi deseo de aprender. Me llevó a desarrollar estrategias propias, a buscar alternativas, y a utilizar lo que tenía a mano para explorar distintos campos del conocimiento.

Así fue como, motivada por la necesidad y la curiosidad, me inicié en el aprendizaje autodidacta y en gran parte, herencia familiar, de la cocina. Arranqué a estudiar Ingeniería, me fui a hacer la Lic. Astronomía, me cansaron los numeros, nunca dejé de cocinar, me cambié a Lic. en Artes Visuales, me tiré por un tobogán, aprendí a manejar varios programas de diseño digital, fui a un par de recitales, hice una escutura que no entendía, maneje una moto que no podía mantener de pie, fui mamá, bailé, anduve en rollers, puse una cocina, la desarmé, me sacaron el apendice, me caí y me levanté y algún día empecé a tatuar.

Esta forma de aprender —explorando, probando, equivocándome y volviendo a intentar— se ha convertido en parte de mi identidad. Hoy entiendo el juego como una herramienta poderosa para descubrir, para comunicarnos con el mundo y para transformar lo cotidiano en conocimiento.

Por eso, y no en vano, hoy reuno todo lo que he aprendido para compartir, e invitarlos a que se maravillen hasta de más mundano. Porque también es, una forma de vivir.

Besos,

rosa xoxo